domingo, 25 de noviembre de 2012

CARTAS A UN JOVEN PROFESOR

Philippe Meirieu
Según el autor, “los profesores tienen una manera especial de mirar el mundo”. Para entender esta frase habría que situarse en lo que es fundamental en este profesor (el proyecto de transmisión); y que es lo que desean transmitir estos profesores, naturalmente los conocimientos a sus alumnos de la forma más original; al igual que un artista pretende emocionar al espectador, el político convencer, el hombre de negocios dirigir, el profesor se dedica a enseñar con una integridad constitutiva, cuyos conocimientos, a los que ha jurado fidelidad, , quiere transmitir con una seriedad imperturbable. 
Esa transmisión se produce en la clase, donde las distintas circunstancias en las que el alumno aprende, comprende, progresa a pesar de que tuviéramos ciertas dudas de que lo consiguieran y, sin embargo, sucede lo contrario, y es aquí donde se observa que se ha logrado esa transmisión de conocimientos, cuando el profesor encuentra ese placer de enseñar, como el alumno de aprender.
La distinción atribuida en la frase de Jules Ferry, utilizada por Meirieu en su libro, no está contrastada completamente, pues no es seguro que este autor la pronunciara. Sin embargo, ha sido asumida por el colectivo social de manera positiva, generalizándose completamente. 
Se aplican aquí varias distinciones bastante claras con respecto a las características de los maestros de educación primaria y los profesores de educación secundaria. Los antiguos maestros han sido sustituidos por los profesores en educación primaria, cambiando las condiciones de contratación, y la validación de los profesores de primaria y secundaria se han puesto al mismo nivel. Sin embargo, no son la misma ocupación, pues la primera requiere unos conocimientos psicológicos complementados con algunos conocimientos disciplinares, y la segunda reclama un gran control de la disciplina, pero no tanto de nociones pedagógicas. Además, el profesor de primaria va asociado al concepto de relación especial con los infantes, paciencia y solicitud; y el profesor de secundaria representa un saber instruido, con impaciencia y rectitud.
En cambio, desde el punto de vista institucional, se instala la convicción de que en la escuela primaria se enseñan todas las asignaturas, mientras que el profesor de secundaria imparte una sola, el profesor de primaria debe centrarse en la globalidad del niño, mientras que el profesor de secundaria debe especializarse mucho. Meirieu hace ver en este momento que en la escuela primaria los profesores son totalmente polivalentes, habiendo expertos en materias concretas, y que en la escuela secundaria, hay casos en los que la mono valencia de estos profesores no les impide impartir varias disciplinas, como en la enseñanza profesional, en la que hay profesores que enseñan muchos ámbitos disciplinarios diferentes. 
El autor expone su opinión a este respecto, exponiendo que se deben superar estas diferencias entre los profesores de estas enseñanzas. En primaria hay contenidos que exigen un conocimiento profundo lo que se enseña y de los mecanismos mentales que esto supone. Tanto en secundaria como en primaria, el dominio de los contenidos disciplinares no da las claves de la transmisión.
En conclusión, el profesor debe actuar como guía y transmisor de conocimientos, permitiendo a cada alumno conseguir un aprendizaje, proporcionándose la ayuda adecuada para conseguirlo, poniendo a su disposición los recursos necesarios para que el alumno desarrolle su aprendizaje por sí solo, organizándose sus propios esquemas mentales a partir de dichos medios.
Para Meirieu la buena profesionalidad del cuerpo docente pasaba por la institucionalización del acto pedagógico, sin perder, naturalmente, su carácter extraordinario. Para el autor, este acto lo considera como un reto excesivo. Sin embargo desde un punto de vista teórico se vieron sin resultados. Gracias a él se inventaron, o reinventaron “las grandes novedades pedagógicas” de los años ochenta: el trabajo autónomo, en grupos reducidos; la pedagogía diferenciada; la pedagogía de proyecto y muchas otras cosas.
El problema del proyecto educativo surge cuando se engrana según la demanda social y se aceleran las reformas. En 1959 se fija la escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años, y a principios de los años sesenta se extiende una verdadera revolución en la enseñanza secundaria. Esto hay que organizarlo, construir centros de enseñanza, contratar docentes, etc. Las administraciones gobiernan,

con total legitimidad, y deciden donde, cuando, como y para quien se producirá el acto pedagógico.
La propia administración marca sus objetivos y metas para sus diferentes departamentos. En educación se crean programas para cada una de las diferentes etapas educativas, que posteriormente se dejan en manos de los propios docentes para su desarrollo y aplicación en las aulas.
El autor da a entender que ante esta situación, los profesores se sienten manejados por el propio sistema. Intentan seguir el programa preconcebido, pero en muchas ocasiones no pueden llegar a cumplir todas sus exigencias. Creen que intentar darle una aceleración considerable al programa para finalizarlo puede repercutir negativamente en el alumno, que no llegue a su objetivo, e incluso que se pueda llegar a sentir agobiado y presionado.
Este tipo de situaciones llegan a crear un conflicto interior en el profesor, sintiéndose culpable de no haber dado todo el temario. El autor ante esta situación trata de hacer ver que hay que invertir el problema y convertirlo en algo positivo, explicando que se debe considerar y valorar el trabajo realizado como que el alumno ha aprendido un número determinado de temas, no que no haya aprendido otro numero de ellos.

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