domingo, 25 de noviembre de 2012

Derechos





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Las competencias en la educación, un balance

El autor nos menciona las competencias, como una base fundamental para la educación, relazando la seguridad de que éstas serian o no una verdadera base para el crecimiento de la educación. Para con ello evitar recaer en un modelo tradicionalista, y permitir que exista un poco de participación por parte de los alumnos.

 

“La evaluación formativa se "efectúa en el curso de la actividad" y tiende "a apreciar el progreso logrado por el alumno y a comprender la naturaleza de las dificultades que encuentra durante un aprendizaje; tiene por objeto mejorar, corregir o reajustar el avance del alumno y se funda, en parte, en la autoevaluación". Así pues, la evaluación formativa implica una reflexión, un diálogo con los alumnos sobre los resultados obtenidos y los procesos de aprendizaje y de enseñanza que los llevaron a ellos. Aclara a los alumnos y al profesor la eficacia de esos procesos y; llegado el caso, el origen de las dificultades. Desemboca en su eventual modificación, con vistas a una mejora.” (Monique Denyer, et al (2007). Capítulo V. Evaluación del dominio de competencias, en: Las competencias en la educación, un balance. pp. 17-44. Fondo de Cultura Económica, México 2007. ISBN 978-968-16-7914-9)

 

Ciertamente las competencias tienen esta finalidad, tratan de hacer que el alumno logre sus objetivos de aprendizaje, con una mejora institucional, y de conocimientos, de ahí que los alumnos se encuentren inmersos en un trabajo colaborativo y lleno de tecnología, que es para lo que nos preparan estas competencias. El logro de que los alumnos capten y comprendan el significado de ellas es primordial para su buen funcionamiento, ya que si no se sabe lo que se requiere no se lograría el efecto deseado. La formación tradicionalista, se podría pensar que ha quedado atrás, sin embargo pocos profesores son los que la aplican, aunque se debería de haber erradicado por medio de éstas competencias, a pesar de ello se capacitan a los profesores con la finalidad de que las apliquen a los alumnos, y con ello se logre comprender y analizar y no simplemente memorizar, para tener en cuanta situaciones y problemáticas que se presenten y que los alumnos mismos puedan lograr solucionar sin la ayuda de terceros, claro ello sin olvidar que el trabajo en equipo es funcional.

 

“a) Nuestra enseñanza siempre ha funcionado como régimen de evaluación interna (la evaluación se deja al cuidado exclusivo de los docentes). Esta evaluación interna hace que el valor de la certificación y, por canto, del diploma entregado, sea eminentemente variable de un establecimiento a otro.

b) Nuestro modo de evaluación es sumativo: la certificación no se fundamenta en una prueba final única sino en la suma de las calificaciones obtenidas en los controles periódicos, en los trabajos realizados en el curso del año y, finalmente, en los exámenes.

Ahora bien, esta practica, ¿sigue siendo compatible con una pedagogía que aspira a la adquisición y la evaluación de competencias?” (Monique Denyer, et al (2007). Capítulo V. Evaluación del dominio de competencias, en: Las competencias en la educación, un balance. pp. 17-44. Fondo de Cultura Económica, México 2007. ISBN 978-968-16-7914-9)

 

Las competencias, ¿para evaluar?, en cierto punto todo pareciera ser maravilloso, que los alumnos desarrollaran las competencias, y que éstas serán la base para que ellos logren salir adelante y sean personas productivas, sin embargo, esto no es todo color de rosa, ya que en cierto punto si se comprende lo que se enseña, si se logra un aprendizaje, pero desde mi punto de vista no completo, ya que hay puntos que debieran ser retomados con mayor rigidez, por ejemplo, las matemáticas, las fórmulas tienen que ser comprendidas y desarrolladas, pero cómo hacer la operación si no se conoce la fórmula, es sólo un ejemplo, ya que por ejemplo en las ciencias rígidas se tiene que memorizar de alguna manera, otro claro ejemplo es en química con la tabla periódica, si el químico no la conoce bien podrían ocurrir accidentes que serían fatales y nocivos para nuestra salud.

 

“… El decreto "Misiones" precisa que el nivel de los estudios deberá, en el futuro, verificarse mediante la equivalencia del nivel de las pruebas de evaluación administradas a los alumnos y las pruebas creadas por la Comisión de los instrumentos de evaluación. Dichas pruebas serán difundidas, como indicativas, entre todos los establecimientos organizados o subvencionados por la Comunidad francesa. Deberán permitir tanto un mínimo de homogeneidad entre las escuelas, como asegurar a los alumnos una mayor claridad de lo que se exige de ellos.

De este modo, nuestro sistema de enseñanza evolucionará hacia una forma de evaluación ciertamente aun interna, pero “orientada" o "guiada”.” (Monique Denyer, et al (2007). Capítulo V. Evaluación del dominio de competencias, en: Las competencias en la educación, un balance. pp. 17-44. Fondo de Cultura Económica, México 2007. ISBN 978-968-16-7914-9)

 

Como nos dice el autor ¿en verdad las competencias guían u orientan? Desde cierto punto realiza ambas acciones, pero ¿no se requiere que sólo una situación sea la involucrada en llevar la educación?, ciertamente es una situación llena de contradicciones, puesto que no es claro, y lo que no es claro no se comprender, entonces ¿cómo quieren que los alumnos comprendan las competencias, si con esas contradicciones lo único que se denota es que ni ellos las comprenden?, simplemente es un punto de vista aunque han sido productivas en determinados momentos, en otros han sido de gran polémica (como lo es ahora), ya que ahora formulando otra pregunta más ¿En verdad TODOS los alumnos COMPRENDEN lo que significan las ya famosas COMPETENCIAS? Es una pregunta que deberíamos formularnos cada vez que los profesores explican lo que es una competencia, porque podemos saber su significado y la función que ejercen, pero en verdad comprendemos ¿cuál es su verdadera finalidad?

CARTAS A UN JOVEN PROFESOR

Philippe Meirieu
Según el autor, “los profesores tienen una manera especial de mirar el mundo”. Para entender esta frase habría que situarse en lo que es fundamental en este profesor (el proyecto de transmisión); y que es lo que desean transmitir estos profesores, naturalmente los conocimientos a sus alumnos de la forma más original; al igual que un artista pretende emocionar al espectador, el político convencer, el hombre de negocios dirigir, el profesor se dedica a enseñar con una integridad constitutiva, cuyos conocimientos, a los que ha jurado fidelidad, , quiere transmitir con una seriedad imperturbable. 
Esa transmisión se produce en la clase, donde las distintas circunstancias en las que el alumno aprende, comprende, progresa a pesar de que tuviéramos ciertas dudas de que lo consiguieran y, sin embargo, sucede lo contrario, y es aquí donde se observa que se ha logrado esa transmisión de conocimientos, cuando el profesor encuentra ese placer de enseñar, como el alumno de aprender.
La distinción atribuida en la frase de Jules Ferry, utilizada por Meirieu en su libro, no está contrastada completamente, pues no es seguro que este autor la pronunciara. Sin embargo, ha sido asumida por el colectivo social de manera positiva, generalizándose completamente. 
Se aplican aquí varias distinciones bastante claras con respecto a las características de los maestros de educación primaria y los profesores de educación secundaria. Los antiguos maestros han sido sustituidos por los profesores en educación primaria, cambiando las condiciones de contratación, y la validación de los profesores de primaria y secundaria se han puesto al mismo nivel. Sin embargo, no son la misma ocupación, pues la primera requiere unos conocimientos psicológicos complementados con algunos conocimientos disciplinares, y la segunda reclama un gran control de la disciplina, pero no tanto de nociones pedagógicas. Además, el profesor de primaria va asociado al concepto de relación especial con los infantes, paciencia y solicitud; y el profesor de secundaria representa un saber instruido, con impaciencia y rectitud.
En cambio, desde el punto de vista institucional, se instala la convicción de que en la escuela primaria se enseñan todas las asignaturas, mientras que el profesor de secundaria imparte una sola, el profesor de primaria debe centrarse en la globalidad del niño, mientras que el profesor de secundaria debe especializarse mucho. Meirieu hace ver en este momento que en la escuela primaria los profesores son totalmente polivalentes, habiendo expertos en materias concretas, y que en la escuela secundaria, hay casos en los que la mono valencia de estos profesores no les impide impartir varias disciplinas, como en la enseñanza profesional, en la que hay profesores que enseñan muchos ámbitos disciplinarios diferentes. 
El autor expone su opinión a este respecto, exponiendo que se deben superar estas diferencias entre los profesores de estas enseñanzas. En primaria hay contenidos que exigen un conocimiento profundo lo que se enseña y de los mecanismos mentales que esto supone. Tanto en secundaria como en primaria, el dominio de los contenidos disciplinares no da las claves de la transmisión.
En conclusión, el profesor debe actuar como guía y transmisor de conocimientos, permitiendo a cada alumno conseguir un aprendizaje, proporcionándose la ayuda adecuada para conseguirlo, poniendo a su disposición los recursos necesarios para que el alumno desarrolle su aprendizaje por sí solo, organizándose sus propios esquemas mentales a partir de dichos medios.
Para Meirieu la buena profesionalidad del cuerpo docente pasaba por la institucionalización del acto pedagógico, sin perder, naturalmente, su carácter extraordinario. Para el autor, este acto lo considera como un reto excesivo. Sin embargo desde un punto de vista teórico se vieron sin resultados. Gracias a él se inventaron, o reinventaron “las grandes novedades pedagógicas” de los años ochenta: el trabajo autónomo, en grupos reducidos; la pedagogía diferenciada; la pedagogía de proyecto y muchas otras cosas.
El problema del proyecto educativo surge cuando se engrana según la demanda social y se aceleran las reformas. En 1959 se fija la escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años, y a principios de los años sesenta se extiende una verdadera revolución en la enseñanza secundaria. Esto hay que organizarlo, construir centros de enseñanza, contratar docentes, etc. Las administraciones gobiernan,

con total legitimidad, y deciden donde, cuando, como y para quien se producirá el acto pedagógico.
La propia administración marca sus objetivos y metas para sus diferentes departamentos. En educación se crean programas para cada una de las diferentes etapas educativas, que posteriormente se dejan en manos de los propios docentes para su desarrollo y aplicación en las aulas.
El autor da a entender que ante esta situación, los profesores se sienten manejados por el propio sistema. Intentan seguir el programa preconcebido, pero en muchas ocasiones no pueden llegar a cumplir todas sus exigencias. Creen que intentar darle una aceleración considerable al programa para finalizarlo puede repercutir negativamente en el alumno, que no llegue a su objetivo, e incluso que se pueda llegar a sentir agobiado y presionado.
Este tipo de situaciones llegan a crear un conflicto interior en el profesor, sintiéndose culpable de no haber dado todo el temario. El autor ante esta situación trata de hacer ver que hay que invertir el problema y convertirlo en algo positivo, explicando que se debe considerar y valorar el trabajo realizado como que el alumno ha aprendido un número determinado de temas, no que no haya aprendido otro numero de ellos.